Qué pasa si le doy a ese botoncito, Soma y otras cosas.

Anoche, sobre las 12:30 de la noche me suena el móvil. Coño, ¿quién será a estas horas...?

A María le han dejado una casa en un pueblo. Está pasando la semana allí, durmiendo en la casa después del trabajo. La llamada es de ella:

- Hostia, María ¿qué ocurre? Vaya horas... ¿Qué ha pasado?

- Sí, mira: ¿tú, cuando vivías con Fulanita teníais caldera de gasóleo en la casa, verdad?

(Alerta. Las conversaciones que empiezan por "cuando vivías", cuando salías" o "cuando estuviste" con Fulanita o Menganita, no suelen acabar así como muy bien. No obstante, el tono es neutro, no parece haber amenaza implícita. Lo dejamos en un Defcom 3 con posibilidad de ascenso). 

- Sí...teníamos calefacción a gas-oil ¿Pero qué pregunta es esa a estas horas?

- Sí, verás, es que tenía frío y le he dado al botón de encender la caldera y ahora no se apaga... 

- Jajajajaja. Joder, me había preocupado. Pues le vuelves a dar al mismo interruptor pero en sentido contrario. Jajajajaja.

- No, es más complicado. Es que como tardaba la casa en calentarse le he dado a otros  "botoncitos" que había por la caldera y....

(No puedo parar de reír durante un rato. Al final consigo hablar).

- ¡Lo has hecho! ¡Has hecho lo del chiste!: "¿Qué pasa si le doy a este botoncito?" Jua jua jua jua.

- Deja de reírte, va, que estoy muy nerviosa. Que voy a gastar todo el petróleo este o a lo mejor me cargo la caldera y a ver qué le digo a Zutanita que me ha dejado la casa...

- Joder, María ¿y yo qué quieres que te diga desde aquí? Ves a la caldera y dime la disposición de los botones o si tienen alguna leyenda. 

- Es que... en el garaje, donde está la caldera, no hay cobertura.

- Memorízalos, apúntalos en un papel y me vuelves a llamar. Porque lo de llamar a Zutanita a estas horas ¿ni de coña, verdad?

- Calla, calla, qué vergüenza... Ahora te llamo.

Tras nueva llamada y no poder aclararnos, al no recordar qué "botoncitos" apretó, quedamos en que mañana muy temprano llamará a un compañero que vive en el pueblo de al lado, del que sabe que tiene caldera porque lo oye quejarse de cómo sube el gasóleo, e intentará resolver el desaguisado de esta manera. Me acaba de llamar hace poco para decirme que esta mañana lo han solucionado, pero que "no me cuenta cuál era el problema".

Me estoy riendo yo solo en el ordenador. Se lo acabaré sacando.

Va, lo cuento: anoche antes de colgar le dije entre risas: "Pues como reviente la caldera no va a quedar de ti ni las uñas". Esto me va a costar caro, ya lo sé, pero no pude evitarlo y el rato de risa en la cama antes de dormir no me lo quita ni Dios.     

Soma.

Al pairo con la carga de profundidad que lleva esto:

Los antidepresivos se convierten en el principal recurso para pacientes con malestar emocional - Los ciudadanos se vuelven intolerantes al sufrimiento y ven la felicidad como un derecho

Tengo derecho a la felicidad. Tengo derecho a mi dosis de Soma. 

Lamento mucho la situación de las personas con depresión y alabo que la ciencia encuentre remedios (o por lo menos alivios) en la química. Lo que no puede ser es dar por sentado que se tiene derecho a no luchar ante el mínimo contratiempo. Que se tiene derecho a abandonarse en brazos de la química. Que se tiene derecho a sentirse víctima por circunstancias rutinarias de la vida, cuando hay tanta gente pasándolo realmente mal sin posibilidad de acceso al Soma ni a un miserable trago de ginebra que alivie sus penas, como la reina de Inglaterra con el Beeffeater. (¿O será Bombay?)

Estamos creando una sociedad de frustrados. Una sociedad sin la más mínima capacidad de resistencia a la frustración. Una sociedad donde tenemos derecho a deprimirnos si no somos los más guapos, los más listos, los que más dinero ganamos y los que mejor lo aparentamos. Tenemos derecho a vivir zombies, sonrisa lánguida a base de Soma, si algo no sale según nuestras expectativas, cuando lo raro es que algo salga acorde a las esperanzas iniciales. Tengo derecho a vivir flotando y a no enfrentarme con la vida...

Lo malo es que esa farmacopea crea dependencia y para cuando alguien que ha pasado un bache real quiere dejar de tomar el Soma, entonces sufre una depresión real de verdad: el mundo se le derrumba, de flotar adormilado pasa a sicológicamente hundirse despierto. 

Bien está, o es aceptable, que ante una desgracia alguien busque alivio muy temporal en la química. Lo malo es seguir en esa dinámica pasada la desgracia, su pico de dramatismo. Entonces deberemos hablar de "enfermedad" no de momento puntual.

Se vende más "Trankimazin", "Orfidal" o Tranxilium", que aspirinas. En pura lógica ante estos datos, debemos admitir que subterráneamente, la sociedad está enferma. O eso o se nos incita a consumir Soma y las farmacéuticas ganan mucho con ello. Elijan.

Una cosa es que la vida sea milicia y vivir es militar y otra cosa es que la vida sea el sueño eterno. Ni una ni otra. La felicidad no es un derecho: es un deber: el de buscarla e intentar hallarla, el deber de pelear por ella.

Facebook y la alemana.

La ministra alemana de consumo carga contra Facebook.

Pues muy bien, una señora valiente. Carga por lo de siempre: la intromisión en la intimidad/privacidad de las personas. No sé si durará mucho de ministra: esas cosas no se cuestionan, joder, que tenemos al pueblo voluntariamente dando todos sus datos, gustos e inquietudes, para que venga la ministra a tocar los cojones.

 El Desclasado ha hablado. Ahora tomaré mi pastillita de la felicidad e iré a contar mis intimidades en el feisbuc. Soy un buen ciudadano.

Añadido posterior, no vale la pena gastar una entrada para esto: la señora o señorita Ana Elena Pena nos canta "Feminazis". Parece que con un buen pedal. Dudo que gane el Grammy: